miércoles, 11 de diciembre de 2013

El invierno ¿Tiempo de descanso?

Mientras el O2 repone fuerzas en puerto, el invierno lo aprovechamos para diseñar la ruta de la próxima etapa que comenzará la próxima primavera y que nos llevara desde las aguas malagueñas hasta la isla de Sicilia.
El invierno, es también tiempo de trabajo. La anterior etapa me enseño lo difícil y duro que es pintar en el barco, preparar las exposiciones mientras todo se está moviendo y dentro del pequeño habitáculo del barco. Este es momento de crear y preparar la obra que exhibiré en las próximas exposiciones, en galerías peninsulares, baleares, sardas y sicilianas.

viernes, 30 de agosto de 2013

Arribada en Marbella

Después de más de dos mil millas naúticas navegadas durante el transcurso de este último año , el O2 descansa por fin en el puerto de La Bajadilla, en Marbella, en donde pasaremos el invierno y repondremos fuerzas para afrontar la próxima etapa.
Los últimos meses, desde que llegamos a la península, han sido agotadores, siempre con un ojo puesto en el invierno que se avecina y buscando el puerto que más pudiera interesarnos y en la puesta a punto del barco, que nos lo ha dado todo y ha sufrido mucho.
La entrada en el mediterráneo fue especialmente emotiva. Los planes se cumplían y la costa, ya desde Cádiz, era de lo más familiar y querida, aunque nunca la había apreciado desde ese ángulo. Pero también,una vez dejamos el estrecho por popa, comenzó a invadirnos otra sensación, aunque esta vez no era tan agradable. Espanto y asco ante la extrema suciedad del agua. Las corrientes de superficie se habían convertido de pronto en verdaderos ríos de mierda con sus afluentes, que fluían hacia el estrecho de Gibraltar paralelos a la costa, desde un par de millas de la linea costera, mar adentro,hasta las zonas de baño en las playas, sobre todo en la costa del sol, en donde alcanzaron su mayor densidad. Una auténtica vergüenza. Hicimos Investigaciones sobre este tema y Estas corroboraron nuestras peores sospechas. La enorme cantidad de urbanizaciones que inunda toda la costa malagueña, vierte sus aguas fecales, sin tratar, y directamente al mar. Estos mismos vertidos regresan a sus costas en forma de los asquerosos ríos de los que os he hablado. Aun así, aunque resulte paradójico,la cantidad de banderas azules que exhiben las playas de esta costa sigue en aumento . Os aseguro que hay que ser muy,muy valiente para bañarse en la mayoría de estas playas.

domingo, 2 de junio de 2013

Bautizados

Después de ocho años navegando, esta última travesía ha hecho que vea la mar y el cielo, que comience a hablar con ellos, comprenderlos, aprender. Zarpamos de Portosanto con viento cómodo de través y a rumbo. Teníamos que llegar lo más al noreste y lo más rápido posible para poder enlazar con vientos portantes que nos empujaran hacia la Península, antes de que estos desapareciesen, y parecía que lo estábamos consiguiendo. El parte meteorológico había lanzado un aviso por chubascos. Nosotros íbamos muy rápido y lográbamos esquivar los cumulonimbos que iban apareciendo. Hasta que uno de ellos nos atrapó, descargando sobre nosostros toda su violencia. Llevábamos mucho trapo y no podíamos ni pensar en atravesarlo, así que tuvimos que poner pies en polvorosa para salir cuanto antes de su influencia. En diez larguísimos minutos perdimos todo el Norte que habíamos logrado ganar durante las cinco últimas horas, y con el Norte, el ángulo con respecto al viento para poder llegar donde teníamos que llegar, y por si aún nos quedaba alguna duda, el viento roló al Noreste, desbaratando por completo nuestra estrategia y limitando nuestras opciones. Ya solo podíamos hacer tres cosas: abortar la travesía y regresar a Portosanto, dirigirnos a la costa marroquí, para luego intentar subir poco a poco, o poner rumbo Noroeste hacia las Azores para ganar latitud, esperando llegar a la cola de la borrasca que se estaba formando en el Norte de Portugal. Tomamos esta última opción, llevando un rumbo muy cerrado, intentando no ganar demasiada longitud. Pero cada vez nos adentrábamos más en el anticiclón e iba a ser muy complicado salir de ahí. De hecho, tardamos tres días en escapar de ese al que nombramos como "el anillo de la desesperación". Y al cabo de esos tres días, solo nos habíamos alejado ochenta millas de Portosanto y aún nos restaban cuatrocientas para llegar a la Península. La travesía iba a ser larga y ahí empezó a estresarnos otra cuestión: la preocupación de nuestros familiares y amigos ante nuestra tardanza.
Cada vez se instauraba más el anticiclón y necesitábamos salir de él cuanto antes. Había que mover ficha de nuevo para poder tener opciones. Viramos al Este, siempre muy ceñidos, y al fin, el jueves nos dimos de lleno con las estivaciones de la depresión. Hicimos por meternos en ella y no perderla. Sabíamos que era lo único que podía llevarnos a nuestro destino. Teníamos que tener mucho cuidado y seguir una línea isobática, tanto para no perder la borrasca como para no introducirnos demasiado en ella. La consulta al barómetro se convirtió entonces en un hábito horario. Por fin, encontramos la autopistra hacia casa. Una vía nada cómoda y cargada de cuestiones y trabas: mar de fondo de tres metros, viento racheado y siempre por la amura, frío y lluvia, hasta el domingo por la tarde, cuando llegó el temporal. La Génova se deshizo ante nuestros ojos, la baluma se desprendió y los paños se desintegraron. Encendimos motor. Bien amarrados a la línea de vida, luchamos por arriar el foque. Un golpe de viento seccionó la driza y cayó al agua, y acabó enredándose en la hélice del motor. Desde ese momento, ya solo disponíamos de la mayor para gobernar la embarcación, y esta, rizada al máximo, nos llevaba bastante rápido y sin perder rumbo. Estábamos muy cansados. Llevábamos días sin dormir y en esos momentos no nos podíamos permitir el lujo de relajarnos. El interior del O2 se convirtió entonces en un taller de costura que se deslizaba por las vias de una montaña rusa. Cosimos y parcheamos de urgencia la Génova, a sabiendas de que no podríamos izarla por el momento; y confeccionamos un tormentín con retales que llevábamos a bordo. Qué satisfacción cuando lo izamos y comprobamos que cumplía su labor.
Al día siguiente el tiempo comenzó a mejorar. Nos faltaban menos de cien millas para la arribada. Cuando logramos fondear con mucho esfuerzo frente a IslaCristina, y después de pisar tierra, mientras tomábamos unas cañas con unas buenas raciones de pescaíto, la extenuación cayó sobre nosotros, empapándonos, llevándonos, al fin, al descanso que tanto necesitábamos y ansiábamos.

jueves, 2 de mayo de 2013

Nuevo rumbo

El final de la etapa canaria no me dejó mucho tiempo de respiro para poder escribir, y para colmo el portátil acabó bajo las aguas: cosas de la mar y las pequeñas embarcaciones neumáticas. Abandonamos Arguineguín a finales de marzo con ganas de encarar el último tramo para la espera en el sur de Lanzarote. De esta travesía, apuntar que fue extraña: poco viento, mucha bruma, un montón de fauna agitada y un sonido grave y muy profundo que se repetía de vez en cuando. Más tarde nos enteraríamos de que los volcanes estaban un poco quejumbrosos y pensamos que de ahí vendría la ebullición marina. Hasta vimos un inmenso rorcual emergiendo de las aguas con sus fauces abiertas. Ya en Lanzarote, estuvimos rematando cosas en el barco hasta que se dió un parte favorable para el salto a Madeira. Lo que faltaba por hacer tendría que esperar. Aprovisionamos el barco y zarpamos una noche clara y con poco viento. Sabíamos que la siguiente jornada sería calmada, así que pusimos rumbo al norte en busca de viento, y lo encontramos 50 millas más al norte y casi 20 horas después de haber zarpado, pero el viento que recibíamos por la amura de estribor no cesó ya hasta que llegamos a Funchal, y de tal modo que empezamos poniendo un rizo en la mayor, la cual, finalmente, nos vimos obligados a arriar, por precaución, ante la noche que se avecinaba el segundo día. Ha sido una travesía muy buena, muy cansada también. Sin piloto automático, las guardias de dos horas cada dos horas acababan dejándote sin fuerzas. Cuando no estás a la caña, te tienes que encargar de la comida, la navegación en la mesa de cartas y sacar un rato para echar una cabezada, y ese rato es complicado con el barco escorado y dando pantocazos. Por suerte para nosotros, el O2 es un buen barco que se conforma con muy poco. Con un cabo amarrado a la caña desde una cornamusa, y ajustándolo bien, el barco fue solo y a rumbo toda la tercera noche. Incluso nos permitió cenar caliente en el interior del barco junto con un pequeño polizón que decidió pasar la noche con nosotros: una golondrina. Supongo que estaba tan cansada de su viaje que prefirió dormir aquella noche en familia, o mejor dicho, con unos extraños, que morir ahogada. Y así fue, la golondrina dormía a menos de un metro de la mesa donde nosotros cenamos y en ningún momento de la noche dejó de hacerlo ni se sobresaltó una sola vez con nuestro trasiego. Al amanecer se despidió y siguió su camino. Tres horas después del tercer día de navegación arribamos a Funchal. Ya os contaré mis impresiones de Madeira, pues acabamos de llegar. Solo deciros que según nos acercábamos a sus costas, nos maravilló con su verdor, montaas y acantilados.

martes, 5 de marzo de 2013

Guerra y paz





Se dio un aviso de temporal y, por supuesto, este no quería faltar a su cita. Ultimamos los preparativos para dirigirnos a puerto pero cuando dimos al contacto, el motor no emitió ni un suspiro. Las baterías estaban agotadas y el cielo cargado de nubes no dejaba nutrirse a la placa solar. No quedaba alternativa: había que comprar una batería nueva con urgencia si queríamos cobijarnos a tiempo. Por suerte, y gracias a la ayuda de unos vecinos, llevamos la batería a bordo y tras tres horas de navegación algo agitada, pudimos ocupar el atraque asignado. El puerto de Mogán estaba a rebosar y los tripulantes, atareadísimos, trincaban a conciencia todo sobre cubierta y comprobaban una y otra vez las amarras de sus embarcaciones. El viento llegó con puntualidad y violencia, con rachas de hasta ciento cuarenta kilómetros por hora, la lluvia golpeaba de costado colándose por cualquier ranura y el oleaje rompía parabrisas y abollaba la chapa de los coches aparcados junto al rompeolas. Un espectáculo caótico que contrastaba con lo apacible del interior del O2. Cuando pasó lo más duro, sobre cubiertas y pantalanes, todos hacíamos balance de los desperfectos.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Arguineguín


Y ahora me encuentro aquí, sobre cubierta, tomando el sol, almorzando y sintiéndome orgulloso ante la aglomeración de gente que frente a mí, en la costa, observa los cuadros y conversa con Almudena. Sin duda este es un buen sitio, o así me lo parece a priori.
Llegamos hace unos días, después de un par de jornadas de lenta navegación desde las Palmas. Nuestro destino se encontraba a tan solo cuarenta millas de allí, pero el poco
viento que había siempre lo encontrábamos por proa, así que nos lo tomamos con mucha calma.
Arguineguín es la primera población de la costa oeste que te encuentras al llegar desde el sur. El suroeste de esta isla es una costa calma y cálida y repleto de turismo. Sin embargo, Arguinegín es tranquilo, sin mucho bullicio, y barato, si lo comparamos con a lo que nos tiene acostumbrado la costa canaria. Es, como aquí se dice, la ciudad más cálida de Noruega y no les falta razón. Aquí, en Arguineguín, existe una gran colonia establecida de noruegos todo el año y ha desbancado a la población guanche, quienes viven en la periferia, en chabolas o construcciones muy humildes que contrastan enormemente con los bloques de apartamentos escandinavos y los hoteles hechos para albergarlos en sus periodos vacacionales de invierno. Todo lo que puedes encontrar aquí o bien es noruego o está hecho para el noruego. Precisamente, en donde ahora se encuentra Almudena, es una parte del paseo marítimo que linda con la iglesia de Noruega, pero también hay colegio noruego, clubs,cafeterías... e incluso en los supermercados se venden los productos habituales para la elaboración de su gastronomía y hasta puede encontrarse su comida basura favorita.
Pasaremos aquí las próximas semanas resolviendo algunos problemas que han aparecido en el O2 en los últimos días, como la rotura de la palanca del acelerador, un inexplicable golpe un tanto feo en la pala del timón, un desgarrón en la génova... y prepaparemos nuestra nueva etapa, empezando por la ansiada travesía a Madeira que, si es posible, la emprenderemos a mediados de marzo.